El sábado por la tarde, los cuerpos de ambos jóvenes fueron encontrados en ese mismo sitio, cerca de un puente, bajo circunstancias que aún hoy son motivo de incertidumbre y terror. Según fuentes oficiales, todo indica que el ataque ocurrió el mismo jueves, cuando los chicos fueron sorprendidos en un momento de vulnerabilidad. Aún no se han identificado a los responsables, pero se sabe que los asesinos les robaron sus pertenencias: los celulares, la mochila de Paloma, con algo de dinero y una tarjeta SUBE. Sin embargo, el móvil detrás de este crimen sigue siendo incierto.
El horror que se desencadenó esa tarde podría haber sido por un simple robo, o por algo mucho más siniestro. “Es difícil saber si la finalidad era el robo o la violación, pero seguramente fue un ataque sorpresivo”, comentó un investigador. Algunos aseguran que, al intentar abusar de Paloma, Josué se interpuso para defenderla, lo que habría desatado la violencia fatal.
Lo que se sabe hasta ahora es que los dos jóvenes fueron golpeados brutalmente en la cabeza, según los primeros informes de la autopsia. Paloma no presentó signos de abuso sexual, y parecía no haberse defendido, mientras que Josué, en un claro intento de proteger a su novia, dejó una marca en su mano. Las fracturas en sus cráneos fueron devastadoras, y en el lugar del crimen, los peritos encontraron diversos elementos con manchas de sangre, entre ellos una piedra que podría haber sido el arma homicida.
La escena del crimen es un espacio desolado, donde la violencia no es ajena. Entre las personas que habitan la zona, hay quienes buscan refugio en la oscuridad, algunos involucrados en el consumo de drogas y otros en relaciones sexuales fuera del ojo público. La hipótesis más fuerte apunta a que un “marginal” que frecuenta la zona fue el responsable de este brutal ataque.
El caso está siendo investigado por la fiscalía de Florencio Varela, aunque a partir de ahora, por la feria judicial, quedará a cargo de otro fiscal del Departamento Judicial Quilmes. Mientras tanto, se han relevado las cámaras de seguridad y se siguen interrogando a los habitantes del lugar, quienes podrían tener información clave para resolver este trágico crimen.
Lo que ocurrió con Paloma y Josué es un recordatorio aterrador de cuán vulnerables estamos cuando nuestras rutinas diarias se cruzan con la oscuridad de la violencia. Es un caso que deja muchas preguntas sin respuesta, pero sobre todo, revela las sombras de un entorno donde la desidia y el abandono parecen haberse apoderado de ciertos lugares.
Este trágico suceso no es solo una historia de amor truncado y vidas arrebatadas, sino también un llamado urgente a reflexionar sobre la seguridad en los espacios públicos. ¿Por qué lugares como el que se convirtió en el escenario de este crimen siguen siendo puntos olvidados por la sociedad? ¿Qué falta para que las autoridades tomen acción en esos espacios desolados, donde el peligro acecha sin que nadie lo note?
Paloma y Josué merecían un futuro, como todos los jóvenes. Hoy, más que nunca, es necesario que la comunidad y el Estado tomen conciencia de la urgencia de hacer de nuestras calles y barrios, lugares más seguros.